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CAPÍTULO 3

        NORA                                                                           15/03/2015

 

 

BENDITO PACK DE SEDUCCIÓN LETAL

 

 

 

 

Querido diario:

 

 

Esta mañana, después de operar a un precioso Husky Siberiano, mi compañera de trabajo y yo hicimos un descanso y, mientras nos tomábamos el café, conseguí encontrar el momento de interrumpirla en su largo monólogo y explicarle mi gran plan para la noche: ir al cine con Darío a ver "Cincuenta Sombras de Grey". Elisabeth se sorprendió, ya que no se imaginaba que Darío cediese nunca a ir a ver ese tipo de películas. Si lo viera llorar con "Postdata: Te quiero" seguro que cambiaría de opinión. Ella no está acostumbrada a tener a todo un romántico en casa, ya que su novio Alberto es el típico bruto que solo enciende la televisión para ver los partidos de fútbol, los resúmenes de Cuatro y las carreras de fórmula 1. Aún así, por una extraña razón del destino, llevan siete años de relación. Sé que sonará exagerado, pero no consigo entender cómo Elisabeth soporta tantas noches de fútbol en su casa. ¡No puedo con este deporte!

 

Después de un largo día esperando impaciente la hora de ir al cine, por fin llegó el momento. Ya estábamos en la sala y se respiraba un ambiente perfecto: parejas, amor y ternura. Mis ganas de ver el esperado estreno aumentaron al sentarme en mi asiento y verme rodeada de tal clímax.

 

Después de ver durante 124 minutos azotes, azotes y más azotes, deseé con todas mis fuerzas que acabara la película. Sin lugar a dudas, me quedo con el libro. Recuerdo perfectamente que mientras lo leía notaba esa sensación de cariño, amor y pasión que se demostraban los protagonistas, pero, en la película, todo me parecía sexo duro y agresiones. No te creas con esto que no me gusta el sexo duro, porque me gusta, pero de ahí a que te dejen marcas en las nalgas hay un abismo. ¡Ni en sueños me dejo yo pegar por nadie por muy bueno que esté! Y menos aún por el protagonista de la película, que era un chico muy normalito. Yo hubiera puesto al macizorro de la semana pasada, el de Mercadona, pero en fin, allá los directores de la película con su mal gusto.

 

Al acabar de ver el film lo primero que pensé fue: "espero que Darío no coja referencias". Aunque, no nos vamos a engañar, un par de cachetadas en un momento dado tampoco están nada mal. Y que te venden los ojos también parece interesante. ¿No dicen que si no puedes ver se agudizan el resto de tus sentidos? Definitivamente, no es una idea descabellada.

 

No pienses que el día no valió la pena por culpa de la leve decepción que me lleve al salir del cine. Para nada. De hecho, la noche no pudo acabar mejor. Cuando llegamos a casa, Darío me sorprendió. Resulta que mi chico había tenido la genial idea de jugar a ser Christian Grey para poner en práctica algunos aspectos que le habían llamado la atención de la película. Al salir del baño, vi a Darío estirado en la cama, sin camiseta, con un empalme de vértigo que asomaba bajo el pantalón y con una serie de accesorios a su alrededor, entre los que habían unas pinzas de la ropa (si, pinzas de la ropa, tal y como lo lees), un cinturón y mi pañuelo de seda azul. Por un momento, tuve algo de miedo; con lo bruto que es con la mano imagínate lo que podría ser capaz de hacer con un cinturón. Pero, tras fijarme nuevamente en su torso desnudo y en su mirada penetrante, sentí un pequeño temblor en la entrepierna y unas ganas incontrolables de abalanzarme sobre él para liberar a ese gran miembro. Por desgracia, el sentimiento de calidez se esfumó en cuanto escuché una de sus excitadoras frases: "Nena, has conseguido despertar a la fiera, ¿te la presento?". Tras esta romántica frase, se bajó el pantalón y me mostró ese gran aparato. Dios, ¡cómo me pone verlo así! ¡Olvidé de golpe la odiosa frase que había soltado hacía unos segundos! De pronto, Darío tomó la iniciativa y me empujó hacia la cama, me quitó la ropa y me ató al cabecero con el cinturón. Verlo así de entregado me puso a cien. Entonces, Darío creyó que era el momento de dar el siguiente paso: taparme los ojos. ¡Parece mentira que en tanto tiempo nunca se nos haya ocurrido hacer eso!

 

Cuando dejé de ver, se agudizaron el resto de mis sentidos y noté mucho más que otras veces como me tocaba, como me besaba, como respiraba entrecortadamente en mi oreja…incluso pude escuchar lo rápido que latía su corazón. Después de este instante de placer, empezó a jugar con las pinzas y mis pezones y, acto seguido, me roció con nata por todo el cuerpo. Empezó a lamerme lentamente desde el cuello hacia abajo. Descendía poco a poco. Se fue acercando a la zona del ombligo y, cuando me quise dar cuenta, estaba haciéndome un cunnilingus. ¡Adoro la pasión de Darío por la nata! Después de jugar un poco con mi cintura y el inicio de mis piernas, se centró única y exclusivamente en mi entrepierna. Lamía sin parar, alternando círculos con su lengua y dándome sutiles lametazos. ¿Desde cuándo Darío sabía hacer eso con la boca? Daba igual como hubiera aprendido, lo importante era que me estaba haciendo disfrutar como nunca.

 

Mantuvo el ritmo durante un buen rato. Mi respiración aumentaba, así como la velocidad de su lengua. Entonces, llegó el momento. Yo no podía parar de gritar, notaba cada lengüetazo, cada suspiro de Darío en mi vagina, y fue entonces cuando empecé a temblar y a gritar. Darío seguía chupando. Su respiración había dejado de ser normal hacia ya un rato, y la mía empezaba a escucharse en toda la casa. ¡Qué vergüenza! ¡Seguro que hasta los vecinos de abajo se enteraron! Empecé a notar un calor por el cuerpo, una sensación hasta ahora desconocida. El ardor iba cada vez a más. Tras gemir como nunca, sentí que mi alma iba a abandonar mi cuerpo. Fue entonces cuando llegué al mayor orgasmo de mi vida. Noté un gran temblor en las piernas unido a un vacío en mi interior. ¡Darío había conseguido hacerme acabar con su boca!

 

¡No me puedo creer que la solución finalmente estuviese en su lengua! ¿Quién podría haber imaginado que alguien que no conseguía acertar con el uso de su dedo pudiese regalar tal orgasmo a base de lengüetazos?

 

¡Por fin he encontrado la solución al problema! Y, créeme, ahora que ya sé cómo conseguirlo, voy a ser mucho más feliz. No pienses que soy una egoísta que no sabe valorar las proezas cuando se logran, para nada, es por eso que, justo después de gozar de la increíble explosión de placer, decidí coger las riendas de la situación y devolverle a Darío el orgasmo. Adoro la justicia.

 

 

 

 

DARÍO                                                                         15/03/2015

 

 

CINCUENTA GEMIDOS DE NORA

 

 

Querido diario:

 

 

El mejor momento del día es el descanso de las 11:30. Siempre sigo la misma rutina: café, cigarro y muñeco de barro. Eso es así siempre, de manual. Nora también conoce mi metabolismo, así que aprovecha mi descanso diario para enviarme el primer mensaje del día, el primero de una larga lista. En ese mensaje me decía que llegara rápido a casa después del trabajo porque había tenido la genial idea de ir al cine. La cosa era que, según ella, me quería dar una sorpresa, y por esa razón decidió ocultarme el nombre de la película. Sinceramente, me jodió la mañana, porque, por un lado, odio las sorpresas, y por otro lado, el mensaje de Nora había interrumpido mi entretenida partida de Candy Crush. Al volver a mi mesa de trabajo, abrí Google Chrome y busqué desesperadamente la cartelera del día. En cuanto tuve la lista delante tuve clarísimo cual era la gran película elegida por mi princesita: “Cincuenta Sombras de Grey”. ¡Joder! ¿De verdad tenía que ir a ver esto? Y lo peor… ¿Me había gastado mi dinero para ver como un tío embestía y azotaba a una paliducha esquelética?

 

Cuando llegamos a la sala algo me alegró: yo no era el único pringado que sufriría viendo aquella mierda. Todo el cine estaba lleno de tías arrastrando a sus novios hacia un destino que temían, cual ganado hacia el matadero. Tengo que decir que, a pesar de empezar a ver la película sin ganas, en menos de diez minutos me enganché. Flipaba con el argumento. Un milloneti cubría de regalos a una tía para pegarle, atarle y hacerle cosas como un "fisting anal", que no sé lo que es, pero suena a jodido de cojones. ¡No lo podía creer! ¿Nora pretendía que le hiciera eso? No entendía como le podía gustar ese tipo de películas. Tras una hora de azotes, palizas y mucho pelo, estaba totalmente enganchado a la pantalla. ¡Joder con el señor Grey y la señorita Steele! Parecía monja la tía, y no veas la de polvos que echó en dos horas. Lo que había empezado como una noche de mierda se había convertido en una fuente de inspiración para mí. Salí motivado al cien por cien, y cuando digo motivado digo con un dolor de huevos y con una presión en la ingle que flipas.

 

Cuando llegamos a casa, mientras Nora se desmaquillaba y se ponía el pijama, preparé mi nueva arma infalible de seducción: cogí un cinturón, unas pinzas de la ropa y un pañuelo. Podría haberme pasado la máquina por el pecho y por las pelotas para estar totalmente rasurado, como le gusta a mi chica, pero eso hubiera supuesto salirme del papel. Si el señor Grey tenía todo el rabo oculto por una enorme capa de pelo yo no iba a ser menos. Bueno, a lo que iba. Tras preparar mi suite del placer, me abalancé sobre Nora y la empujé hacia la cama. Acto seguido, le arranqué el pijama que se acababa de poner y, tras un movimiento veloz e infalible, le até las manos con mi cinturón y le dije la sexual frase con la que sabía que me abriría su "Jardín de las Delicias": “Nena, has conseguido despertar a la fiera, ¿te la presento?”.

 

Después de esa frase, me bajé el pantalón y dejé a la intemperie mi arma de destrucción masiva. A continuación, cogí el pañuelo y le tapé los ojos. No te puedes imaginar lo cardiaco que me puse cuando la vi estirada en la cama, en bolas, con los ojos tapados y las manos atadas. Lo vi claro: ese era el momento de actuar. Así que, me vine arriba y, después de jugar un poco con las pinzas de la ropa y sus pezones, la bañé con nata por todo el cuerpo. Después, empecé a chupar y a chupar, mientras ella no dejaba de suspirar. ¡Estaba súper cachonda! Yo no podía más, sentía que mi polla latía: se había apoderado de toda la sangre de mi cuerpo. No podía parar, Nora me necesitaba más que nunca, lo notaba en lo mojada que estaba. Aprovechando la nata y lo cachondos que estábamos los dos, me dejé llevar por el romántico que llevo dentro y empecé a lamerle el coño. Para mi sorpresa, en uno de esos lengüetazos encontré algo grande e increíblemente duro, algo que no estaba ahí antes, o que si lo estaba, no tenía ese tamaño. ¿Desde cuándo el clítoris se ponía tan grande y duro? Empecé a lamer en ese punto y Nora empezó a gemir como una perra en celo. Me parecía increíble como cada vez respiraba más rápido y hacia ruiditos con la boca mientras retorcía el cuello. Por un momento, pensé que estaba mutando y que en cualquier momento me iba a soltar la frase de "has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija", cual niña del exorcista. Pero, por suerte, eso no fue lo que pasó. Créeme, lo que a continuación noté fue mil veces mejor que una transformación humana en directo. A Nora le empezaron a temblar las piernas, y a este movimiento le acompañó un grito devastador. ¡No me lo podía creer! ¿Eso había sido un orgasmo? ¡Coño, claro que había sido un orgasmo!

 

Pasados dos segundos Nora me pidió que le desatase las manos y que le quitase el pañuelo. Cuando se vio libre, se lanzó sobre mí y, tras morderme el labio, me dijo: “Mi clítoris y yo te vamos a agradecer este intenso momento de placer”. ¡Sí, sí y sí! !No recuerdo haberme corrido tanto en la vida!

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